Para finales de julio se espera la publicación del decreto que regula la troncalidad en la formación MIR. En una publicación reciente se resume la difícil trayectoria que ha tenido la reorganización de la formación MIR a lo largo de los últimos años. La introducción del concepto de troncalidad -algo que en otros países lleva décadas introducido- ha causado el rechazo de múltiples organizaciones de estudiantes y profesionales.

Para las asociaciones de estudiantes, troncalidad equivale a trabajo basura. Por desgracia, los contratos de baja calidad ya están introducidos en nuestro sistema público desde hace mucho tiempo; no creo que la troncalidad empeore la situación. También he leído que los recién graduados no precisan formación general como médicos durante el MIR porque ya se gradúan como generalistas. Ojalá fuera así pero creo que la educación médica en pregrado necesitaría una reforma radical para que realmente finalizara ofreciendo a la sociedad médicos generales con capacidad clínica real.

El motivo principal que alegan las organizaciones profesionales para rechazar la troncalidad es el miedo a que su finalidad oculta sea reemplazar a los especialistas por generalistas con una formación mediocre. Al haber participado directamente en el diseño de los contenidos del tronco quirúrgico creo que lo que se persigue con la troncalidad es, precisamente, todo lo contrario. Nuestra medicina pública cada vez está más compartimentalizada y muchos de nuestros especialistas tienen una visión excesivamente sesgada de los pacientes. La troncalidad pretende ofrecer una formación específica más amplia durante los dos primeros años y más específica durante los siguientes, que facilite que los pacientes no sean vistos como “un tórax” o “un hígado” sino como personas con múltiples comorbilidades casi siempre y que, precisan una atención integral de calidad.